Yo me resisto,
en la calle de los ahorcados,
a acatar la orden
de ser tibia y cautelosa,
de asirme a la seguridad,
de acomodarme en la costumbre,
de usar reloj y placidez,
aventura a cuerda,
palabra pálida y mortal
y ojos con límites.
Yo me resisto,
entre las muelas del fracaso,
a cumplir la ley de cansarme,
de resignarme,
de sentarme en lo fofo del mundo
mortecina de una espada lánguida,
esperando el marasmo.
Yo me resisto,
acosada por silbatos atroces,
a la fatalidad
de encerrarme y perder la llave
o de arrojarme al pozo.
Con toda la médula
levanto, llevo, soy el miedo enorme,
y avanzo,
sin causa,
cantando entre ausentes.
Amelia Biagioni.
Sin saber cómo un día llega "el poema", a decirme lo que tenía que oir.
Llega por cualquier camino, destinado a abrirme los ojos a despertarme del letargo.
Llega la voz desde otra mujer, de una mujer que no conocí, ni podré conocer, más que por sus poemas.Pero ella llegó hasta mi, sin saber que existo, me vistió con ropas de otros colores.
Ella pintó sobre mi lengua la palabra nueva para que yo pueda comenzar a hablar.
Gal marzo 2006.
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